Villanueva del Conde: un rincón para desconectar

Pequeño pueblo serrano declarado Conjunto Histórico-Artístico, ideal para perderse entre calles empedradas, huertos y silencio.

Villanueva del Conde: un rincón para desconectar

En plena Sierra de Francia, sobre una ladera orientada al mediodía, se levanta Villanueva del Conde, una pequeña villa salmantina que conserva intacto el sabor de lo auténtico.

Fue fundada durante la repoblación medieval impulsada por los reyes leoneses y quedó integrado en el alfoz de Miranda del Castañar tras su creación por Alfonso IX en 1213.

Con apenas 174 habitantes y una superficie de 12,99 km², este municipio forma parte del conjunto de pueblos que han sido reconocidos como Conjunto Histórico, distinción que honra su trazado medieval y su arquitectura tradicional.

Vista desde lo alto, sorprende la gran manzana que forman sus casas, un recinto cerrado que recuerda a una fortaleza rural. En su interior, las llamadas “huertitas” —pequeños huertos delimitados por tapias de piedra— conforman un paisaje íntimo y singular.

Recorrer sus pasajes y callejinas es casi un juego, una invitación a perderse entre muros centenarios y rincones silenciosos.

El entorno natural que rodea el pueblo es de una belleza serena.

Robles, castaños y jara dominan el paisaje, y desde sus límites se divisa la sierra de Las Quilamas, aún pendiente de ser incluida en el parque natural.

 Villanueva del Conde se encuentra justo en el borde del parque de Las Batuecas-Sierra de Francia, lo que lo convierte en punto de partida ideal para caminatas y rutas de senderismo.
Una de las más recomendables es el Camino de los Prodigios, que une Villanueva del Conde con Miranda del Castañar entre esculturas, arte en la naturaleza y bosques de madroños. Es una experiencia que mezcla paisaje, cultura y sorpresa.

Los pueblos vecinos —Mogarraz, San Martín del Castañar, La Alberca, Sequeros— comparten con Villanueva del Conde una arquitectura serrana que los convierte en un conjunto casi único dentro de España. Pero este rincón tiene algo especial: una calma que no se impone, sino que se ofrece. Aquí no hay monumentos grandiosos ni museos abarrotados, pero sí una forma de vida que invita a parar, mirar, reflexionar y respirar.
Villanueva del Conde no se visita, se disfruta, aunque sea por unas horas.