La gran mentira del bercianismo

La gran mentira del bercianismo

El Bierzo es una comarca diferenciada, como lo son Laciana, Tierra de Campos o las montañas leonesas. Cada una con sus particularidades, sus acentos, sus costumbres y sus paisajes. Pero todas ellas forman parte de un mismo cuerpo: la provincia de León. Las diferencias comarcales existen, claro, como en cualquier territorio amplio y diverso, pero no por ello se convierten en argumentos para levantar fronteras ni para inventar regiones artificiales.
Los que somos algo más mayores y hemos vivido en la zona berciana sabemos bien que nunca hubo entre la gente de allí más pretensión que la de vivir tranquilos, con dignidad y respeto por sus costumbres. Jamás se buscó reconocimiento de algo que no existía, ni mucho menos se alentó ningún tipo de separatismo respecto al territorio leonés. La identidad berciana, entendida como parte natural de León, siempre fue una cuestión de convivencia, no de confrontación.
Por eso, hoy toca desmontar el relato artificial que algunos han querido construir: el bercianismo como movimiento político con aspiraciones de provincia o incluso de comunicad autónoma propia. Una construcción que, lejos de representar al Bierzo, lo ha instrumentalizado y ridiculizado.

Los comienzos del bercianismo

El bercianismo como corriente política no nace de una demanda popular ni de una reivindicación histórica sólida. Nace del impulso personal de Tarsicio Carballo, un personaje controvertido que, tras ser expulsado de su propio partido, decidió emprender una cruzada política en solitario. Su objetivo: convertir al Bierzo en una "región" diferenciada, con aspiraciones de provincia o incluso de comunidad autónoma. Su desvarío no tenía fin. Lo que empezó como una reivindicación local acabó convertido en una obsesión por separar al Bierzo de León, por construir una identidad política artificial sobre una comarca que, como el resto, siempre convivió con naturalidad dentro del territorio leonés.
En 1983, Carballo se presentó por primera vez a las elecciones municipales en Ponferrada. No consiguió entrar en el Ayuntamiento, pero se convirtió en la tercera fuerza política, en un contexto donde el PSOE de Celso López Gavela arrasaba. En 1987 logró tres concejales, y en 1991, aprovechando el desgaste socialista, pactó con Gavela un gobierno que apenas duró medio año. Durante ese breve periodo, Carballo gestionó las áreas de Deportes, Juventud, Educación y Cultura.
Fue entonces cuando comenzó a construir su personaje mediático: protagonizó dos huelgas de hambre, se encerró en el consistorio y se dejó fotografiar en una hamaca de playa con gesto mesiánico. Su estilo era más teatral que político, más simbólico que efectivo, fue el "Ruiz Mateos berciano". Pero logró algo que pocos esperaban: hacerse notar.
Entre sus reivindicaciones más sonadas estuvo la exigencia de centros universitarios en el Bierzo. Aunque muchos se lo tomaron a broma, el tiempo le dio parte de razón. El Campus del Bierzo acabó consolidándose, especialmente bajo el impulso del alcalde Ismael Álvarez. Eso sí, el mérito fue compartido por otros actores que también defendieron esa causa, sin necesidad de envolverse en banderas inventadas.

Su ambición no tenía fin, y llegó incluso a presentar su partido en zonas no bercianas como Villablino, donde sacó cero votos, ni el que se presentó se votó a si mismo...
Carballo no hablaba del Bierzo como comarca, sino como "región", negando su pertenencia natural a León. Esa fue siempre su obsesión: diferenciar, separar, crear una identidad política donde solo había identidad cultural y comarcal. El bercianismo, tal y como él lo concebía, no era una defensa del Bierzo dentro de León, sino una ruptura con León marcada por el odio. Y ahí empezó la gran mentira.

La Junta de Castilla y León y el bercianismo: una alianza estratégica

Durante décadas, la Junta de Castilla y León ha maniobrado con precisión para evitar el ascenso del leonesismo, especialmente en zonas donde la identidad leonesa está más arraigada. El Bierzo, por su condición comarcal diferenciada, ha sido terreno fértil para sembrar discordia. En lugar de reforzar la unidad provincial, se ha alentado una narrativa de diferenciación, apoyando indirectamente al bercianismo como contrapeso al leonesismo. De hecho, qué casualidad, El Bierzo es la única entidad político-administrativa reconocida por ley en Castilla y León (desde 2020).
Esta estrategia ha servido para dividir una provincia incómoda para los intereses de Valladolid. El bercianismo, con sus aspiraciones de región, provincia e incluso comunidad autónoma, ha sido útil para diluir el discurso leonés y fragmentar el territorio.

La invención de la bandera del Bierzo: ¿símbolo o provocación?

La bandera oficial del Bierzo fue aprobada hace sólo veinticinco añitos, el 14 de abril del año 2000 por el Consejo Comarcal, tras un proceso de debate que incluyó tres propuestas: la blanquiazul bercianista, la Cruz de San Andrés y una versión integradora que combinaba ambas. El diseño final, obra del historiador José Antonio Balboa de Paz, superpone el aspa roja sobre los triángulos blanco y azul.

En la imagen anterior, vemos una réplica del pendón custodiada en el Museo del Bierzo, lo más parecido a la bandera original del Bierzo. Lo forman el castillo, la Virgen de la Encina, UN LEÓN y la cruz de San Andrés.

Para el invento de la famosa bandera berciana, se usó además la bandera bercianista de carácter reivindicativo, y por supuesto se eliminó el símbolo del león:

Por tanto, podría afirmarse que la bandera actual del Bierzo arrastra un fuerte componente separatista (aviso a navegantes).
¿El resultado? Una bandera que nadie pidió, impuesta a golpe de inversión pública y propaganda institucional, hasta lograr que tanto los bercianistas como los no bercianistas acabaran asumiéndola como propia... una pena.

Repetidores de la TVG: el idioma gallego como herramienta política

En los últimos años, se han producido acuerdos entre la Junta de Castilla y León, la Xunta de Galicia y el Consejo Comarcal del Bierzo para garantizar la recepción de la Televisión de Galicia (TVG) en la comarca. El colectivo Fala Ceibe ha denunciado la supresión de la señal en algunos municipios y ha exigido convenios tripartitos para mantenerla activa, alegando que es “esencial para la protección y fomento de la lengua gallega en El Bierzo”.

Este tipo de actuaciones no son inocentes. La ampliación de repetidores y la insistencia en mantener la señal gallega no responde a una demanda masiva, sino a una estrategia de penetración cultural. Mientras tanto, la lengua leonesa sigue sin recibir ningún tipo de apoyo institucional comparable.

La enseñanza del gallego en colegios bercianos

Desde 2001, la Junta de Castilla y León y la Xunta de Galicia han firmado acuerdos para introducir el gallego en centros educativos del Bierzo y Sanabria. En 2021, ya eran 18 centros educativos los que impartían clases en gallego, con más de 900 alumnos en Infantil y Primaria, y más de 140 en Secundaria y Bachillerato. La Escuela Oficial de Idiomas de Ponferrada también ofrece formación en gallego.

El programa incluye formación docente, cesión de materiales didácticos y acceso a contenidos educativos gallegos. En cambio, la lengua leonesa no cuenta con ningún programa oficial en colegios. Solo en 2025 se han iniciado cursos de formación para docentes en la Universidad de León, con el objetivo de que algún día pueda introducirse en las aulas. Pero no existe currículo, ni profesorado acreditado, ni voluntad política real.

Sus cuentos: la falsa provincia del Bierzo

Uno de los relatos más repetidos por los defensores del bercianismo es el de que “el Bierzo fue provincia”. Lo afirman como si eso implicara una legitimidad histórica para reclamar hoy una autonomía o una diferenciación territorial. Pero lo cierto es que esa afirmación, aunque basada en un hecho puntual, es profundamente engañosa.
La llamada Provincia del Vierzo fue una división administrativa efímera, creada en 1822 durante el Trienio Liberal, con capital en Villafranca del Bierzo. Duró menos de dos años, hasta octubre de 1823, cuando fue disuelta tras la restauración absolutista. No tenía Diputación Provincial ni estructura política consolidada. Su función era recaudatoria y organizativa, como tantas otras divisiones que se crearon en ese periodo convulso del siglo XIX.
De hecho, en siglos anteriores, el Bierzo aparecía en documentos como Partido de Ponferrada o Partido del Bierzo, términos que no implicaban soberanía ni autogobierno, sino circunscripciones fiscales y judiciales. Lo mismo ocurrió con otras “provincias” como Toro, Játiva, Benavente o Calatayud, que también fueron creadas y disueltas según las necesidades administrativas del momento.
Los historiadores coinciden en que estas entidades no pueden compararse con las provincias modernas. No tenían competencias propias, ni presupuesto, ni órganos de gobierno. Eran simples herramientas del Estado para gestionar impuestos, justicia y orden público. El Bierzo no fue una provincia en el sentido actual, y mucho menos una región con identidad política diferenciada.
Por tanto, usar esa efímera “provincia” como argumento para justificar el bercianismo actual es un cuento, una distorsión histórica que busca legitimar una narrativa que nunca tuvo raíces reales.

Muchos millones para propaganda separatista

El Consejo Comarcal del Bierzo maneja este año más de 8 millones de euros de presupuesto. Una cifra desproporcionada para una sola comarca, especialmente si se compara con otras zonas de la provincia que apenas reciben atención. Lo más grave: no existe transparencia sobre los sueldos individuales de sus miembros. No hay acceso público a lo que cobran el presidente, los consejeros o los asesores. Todo se diluye en partidas genéricas de “personal”, sin rendición de cuentas.
Mientras tanto, otras comarcas leonesas que no mantienen ese “buen trato” con la Junta —porque no interesan, porque no suman, porque no dividen— se quedan sin consultorios médicos, sin colegios, sin servicios básicos. La inversión se concentra donde hay utilidad política, no donde hay necesidad social.
La conclusión es clara: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Eso piensan en Valladolid. Y así, millones de euros se destinan a sostener una estructura comarcal que sirve de plataforma para propaganda separatista, mientras el resto de la provincia se vacía y se empobrece.

El vicepresidente del Bierzo en la Diputación: ¿una descentralización o un despropósito?

En septiembre de 2023, durante el pleno de organización de la Diputación de León, se oficializó la creación de una vicepresidencia específica para el Bierzo, ocupada por Luis Alberto Arias, alcalde de Corullón. Esta figura no existía en anteriores legislaturas y fue introducida como parte del nuevo reparto de áreas y competencias del mandato 2023–2027, bajo la presidencia de Gerardo Álvarez Courel (PSOE).
La justificación oficial fue “reforzar la atención al medio rural” y “combatir la despoblación”, pero muchos ven en esta maniobra una concesión política al bercianismo, una forma de institucionalizar la diferenciación dentro de la propia Diputación Provincial. Mientras otras comarcas leonesas siguen sin representación específica, el Bierzo suma cargos, presupuesto y visibilidad.
Además, esta vicepresidencia se suma a la existencia del Consejo Comarcal del Bierzo, lo que convierte a esta comarca en la única de toda Castilla y León con doble estructura política: una comarcal propia y ahora una vicepresidencia provincial dedicada exclusivamente a ella.
La pregunta es inevitable: ¿quién está detrás de este despropósito?
La respuesta apunta a una alianza entre el PSOE provincial y los partidos bercianistas, especialmente Coalición por el Bierzo, que han presionado durante años para obtener más peso institucional. Esta cesión forma parte de un equilibrio político que, lejos de unir la provincia, la fragmenta aún más.

Conclusión

El bercianismo no nació del pueblo, nació de un personaje. No creció por necesidad, sino por conveniencia. No se alimentó de historia, sino de cuentos. Y no se sostiene por identidad, sino por estrategia.
La Junta de Castilla y León lo ha usado como herramienta para dividir una provincia incómoda. Ha regado con millones una comarca, no por justicia, sino por utilidad. Ha impulsado una lengua ajena mientras silenciaba la propia. Ha creado estructuras duplicadas, cargos innecesarios y símbolos artificiales. Todo para debilitar el leonesismo, todo para fracturar lo que siempre fue uno.
Hoy, el Bierzo tiene bandera, consejo, vicepresidente y hasta repetidores gallegos. Pero lo que no tiene es verdad. Porque el bercianismo no defiende al Bierzo: lo secuestra. Lo convierte en trinchera contra León. Y mientras tanto, los que no interesan, los que no dividen, los que no suman votos, se quedan sin médicos, sin escuelas, sin futuro.
La gran mentira bercianista ya no engaña. Y quien la sostiene, la sostiene por interés. Porque en Valladolid lo tienen claro: el enemigo de mi enemigo es mi amigo.