Juan I

Por Doctor José María Manuel García-Osuna y Rodríguez

Infante del Reino de León. Hijo del Rey Alfonso X “el Sabio” de Castilla y de León [Toledo, 23 de noviembre de 1221-Rey de Castilla y de León entre 1252/1 de junio y Sevilla, 4 de abril de 1284], y de la infanta aragonesa Reina Violante de Castilla y de León [Zaragoza, 1236-Reina-consorte de Castilla y de León entre 1252-1284. Moriría en Roncesvalles/Reino de Navarra, 1301].

REINADO

Sería proclamado Rey de León en el año de 1296, durante la minoría de su sobrino Fernando IV “el Emplazado” de Castilla y de León, a la par que del territorio feudatario de Galicia y de Sevilla. En el año de 1300 le cedería el título regio legionense a su citado sobrino. De nuevo tendría un importante predicamento durante el reinado de su sobrino-nieto, el Rey Alfonso XI “el Justiciero” de Castilla y de León. Otro dato histórico de interés, con respecto a la nunca desaparición del Reino de León, y toda su cultura, se encuentra en cómo se llama la Crónica del Rey Alfonso XI, y que paradójicamente está escrita en lengua leonesa o llingua llionesa y no en castellano, cuya copia se perdió, lo que demuestra que en la curia regia de dicho monarca todavía se utilizaba la lengua leonesa o llingua llionesa. Además de dejar bien claro cuál es la titulación del monarca.

Es una copia-edición del siglo XVIII: -CRONICA DE D. ALFONSO EL ONCENO. PART 1 DE ESTE NOMBRE DE LOS REYES QUE REYNARON EN CASTILLA Y EN LEÓN (1787)-Francisco Cerda y Rico (editor).

FAMILIA

Se casaría en dos ocasiones, tras enviudar:

  • En 1281, en Burgos con Margarita de Montferrato. Solo tuvieron un hijo, Alfonso de Valencia (¿?-muerto en 1316)
  • El 11 de mayo de 1287 con María Díaz de Haro, Señora de Vizcaya por ser hija y heredera del conde Lope Díaz III de Haro. Tuvieron 3 hijos: Juan de Haro “el Tuerto” (¿?-muerto en Toro/Reino de León, en noviembre de 1326). Lope Díaz de Haro (fallecido post 1295, siendo un adolescente). María Díaz de Haro (muerta ca. 1299. Casada con Juan Núñez II de Lara).

FALLECIMIENTO

Juan de León fallecería el 25 de junio de 1319, en la batalla de Sierra Elvira, denominada como ‘EL DESASTRE DE LA VEGA DE GRANADA’, en la concusión bélica celebrada entre las mesnadas cristianas de Castilla y de León y las del hayyib de los nazarís granadinos Utmar ben Abi I-Ula, que comandaba las tropas del sultán nazarí Ismail I de Granada (1279-entre 1314 y 1325).

LA MALDICIÓN DEL INFANTE DON SANCHO

El 8 de noviembre de 1282, su padre, Alfonso X “el Sabio” dictaba su testamento, por medio del cual dejaba sin heredad a su revoltoso vástago. El hecho se iba a desarrollar en el alcázar de Sevilla. En el texto, Alfonso X, desgrana todos los desafueros que ha tenido que sufrir por parte de su hijo, incluyendo los varios intentos de secuestrarle y los gravísimos insultos que siempre le ha dirigido de: “loco, leproso, perjuro y falso”, para terminar, presionándole para que abdicase y le nombrase a él como: “rey y señor de Castilla, de León y del Andalucía”. El testamento finaliza maldiciendo a su rebelde y desagradecido hijo:

«Por cuys enormes delitos y otros muchos que cometió irreverentemente contra nos, sin temor de Dios ni respeto a su padre, que serían muy largos de referir o asentar por escrito, le maldecimos como a merecedor de la maldición paterna, reprobado de Dios y digno de ser aborrecido con justa razón de los hombres, y le sujetamos en adelante a la maldición divina y humana, y como a hijo rebelde, inobediente y contumaz, ingrato y aún ingratisimo y degenerado, le desheredamos y privamos de cualquier derecho que haya tenido a nuestros reinos, señoríos, tierras, honores y dignidades u otra cualquier cosa que en alguna manera nos pertenezca, para que ni él ni otro por él ni ningún descendiente suyo pueda jamás sucedernos en cosa alguna. A todo lo cual le condenamos por esta sentencia irrevocable que, promulgada en presencia de los testigos infrascritos y de otros muchos, mandamos autorizar con nuestro sello pendiente» (Memorias, 412-413, del Marqués de Mondejar).

Los testigos son amigos y colaboradores del monarca castellano, a saber: el arzobispo don Remondo de Sevilla; el obispo don Suero de Cádiz; el obispo don Ademar de Ávila; el abad don Pelay Pérez de Valladolid; don Martín Gil de Portugal; don Suero Pérez Barbosa; don Juan de Avoim; el canciller de la reina don Domingo Pérez de Portugal; el mayordomo de la reina doña Beatriz de Portugal, don Juan Raimúndez de Portugal; don Tello Gutiérrez (el justicia de la casa del rey Alfonso X “el Sabio”); don Pedro García de Arroniz; don Garci Jofré de Loaysa; don Pedro Ruiz de Villegas; don Fernán Álvarez Potestad; don Fernán Martínez Cotoruelo; don Arias Martínez de Roureda; el alcalde-mayor de Sevilla don Rodrigo Esteban; don Diego Alfonso (alcalde de la corte del rey Alfonso X “el Sabio”) y el alguacil-mayor de Sevilla don Gómez Pérez.

El infante don Sancho se enteró, casi de inmediato, de la sentencia paterna, y contempló con desazón como algunas ‘cosas políticas’ comenzaban a ir en contra de sus intereses en la Andalucía, en el reino de Castilla y, sobre todo, en el Reino de León, aquí estaba el infante don Juan tejiendo alianzas para optar a ser Rey de un Reino de León de nuevo al margen de su alianza con el reino de Castilla, y en las tierras leonesas el hecho se contemplaba con simpatía y aceptación. El 13 de enero de 1283, el rey Alfonso X se apoyará en el concejo de Murcia, al que concederá una amplia retahíla de privilegios, dos dirigidos a la línea de flotación de los aliados del infante don Sancho: En primer lugar, otorgaría al concejo murciano la alquería de Alcantarilla, y en segundo lugar concedería a dicha entidad ciudadana los pueblos de Molinaseca, Mula y Val de Ricote.

El infante don Sancho estaba teniendo problemas en la frontera del reino de Aragón, porque su hermano don Jaime se había pasado al bando paterno. En los albores del año de 1283, los concejos de Sevilla y de Murcia van a formar una hermandad para apoyar al soberano leonés.

 «Al muy onrado conçeio de Murçia, que Dios onrre et guarde de mal. De nos, el conçeio de la noble çibdat de Seuilla […]. Bien creemos que sabedes en commo nos siempre trabaiamos en seruir et en ayudar de buen coraçón a nuestro sennor el rey en todas las cosas que nuestro seruiçio ouo mester, mayormientre en este fecho de la falsedad que fizieron contra él, en que le alçaron con su tierra, negando el sennorío que auíe sobrellos et ronbándol todo lo suyo ó quier que lo él auíe, et prendiendo et matándol todos sus omnes, et tolliéndoles quanto les fallauan, así que de todo derecho et de toda naturaleza se partieron que auíen con él. […]. Et entendiendo que […] sodes nuestros amigos et nuestros hermanos a seruiçio de Dios et de nuestro sennor el rey, et por ende fazemos hermandad entre nos…» (Documentos del siglo XIII. J. Torres Fontes, 1969).

Pintura de Alfonso X "El Sabio"

Desde el mes de marzo del año de 1283, algunos magnates laicos van a volver al redil de la obediencia regia. La Crónica del rey Alfonso décimo cita algunos de ellos, como por ejemplo el infante don Jaime; a don Nuño Fernández de Valdenebro; a don Juan Fernández “Cabellos de Oro” (sobrino del rey Alfonso X “el Sabio”), y a don Fernán Pérez de Limia.

Pero el más conspicuo de todos ellos es el infante don Juan, que es citado en la continuación portuguesa de la Crónica de los Reyes de Castilla y de León:

«El infante don Juan, arrepintiéndose de estar en contra de su padre, tomó a su mujer y a un hijo suyo, y fuese para Sevilla. Y, cuando entró en el palacio donde estaba su padre, desvistiose y descalzóse e hizo vestir a su mujer en cota y a su hijo en camisa. Y cuando estuvo ante su padre, se colgó una soga al cuello y se puso de hinojos delante de él, pidiéndole merced. El rey, movido a piedad, lloró con él, abrazólo y besólo y le dio su bendición» (Según M. González Jiménez, IV; Op. Cit.).

No obstante, y, de forma sorprendente e incalificable, el rey Pedro III de Aragón reprochaba y amonestaba a dicho infante don Juan de que hubiese abandonado a su hermano don Sancho, para pasarse al bando de su regio padre, Alfonso X “el Sabio”. Las mesnadas de los partidarios del monarca castellano se van a ir llenando de nombres sonoros, quienes abandonan al infante don Sancho, ya que el gravísimo hecho de la reprobación de un monarca no tenía casi precedentes en los reinos de León y de Castilla, y era de una gravedad suma. Solo se recordaba la revuelta realizada por el rey García I de León (c. 870-910-914), contra su padre el rey Alfonso III “el Magno” de León y de Oviedo, de quien era su primogénito.

En un diploma del 11 de septiembre de 1283, la nómina de confirmantes, que ya están en el bando del rey, supera la treintena: don Juan Alfonso de Haro; don Gutier Suárez de Meneses; don Nuño Fernández de Valdenebro; don Ruy Gil de Villalobos; don García Gutiérrez; don Alfonso Fernández (sobrino del rey don Alfonso X “el Sabio”); don Gonzalo Yáñez (hijo de don Juan Alfonso de Haro); don Pedro Suárez; don Juan González de Baztán; los hermanos don García y don Fortún Almoravid; don Pedro Cornel; don Juan de Vidaure; don Pedro García de Arroniz; don Martín Sánchez de Piedrola; don Tello Gutiérrez; don Pedro Ruiz de Villegas; don García Jofré de Loaysa; don Lope Alfonso, don Diego Alfonso; don Fernán Pérez Ponce; don Juan Fernández (sobrino del rey don Alfonso X “el Sabio”); don Martín Gil de Portugal; don Fernán Pérez de Limia; don Pedro Páez de Asturias, don Gonzalo Núñez de Braganza; don Fernán Rodríguez y don García Fernández de Sanabria, en este grupo figuran magnates laicos y leales de los reinos de Castilla y de León, del reino de Navarra y del reino de Portugal.

Además, como todos los nobles laicos no vienen de uno en uno, don Sancho se va a ver obligado a hacer frente a los acosos bélicos de su hermano don Jaime y a los de don Juan Alfonso de Haro, quien desde el enclave de los Cameros y las tierras de La Rioja: “defendían la voz del rey don Alfonso”, y que habían conseguido sublevar en contra del infante don Sancho a las villas de Ágreda y de Soria.

Viniendo desde el reino de Navarra, Juan Núñez de Lara y defendiendo los intereses de los infantes de Lara y del rey Felipe III de Francia, realizaba una furibunda depredación sobre las tierras de Burgos. Y para agravar más, si cabe, la situación deficitaria política y militar del infante don Sancho, el papa Martín IV, en el mes de agosto del año de 1283, excomulgaba al infante don Sancho y a sus múltiples secuaces, añadiendo el entredicho o INTERDICTUM sobre todos sus dominios, medida coercitiva eclesiástica de una suma gravedad para el Medioevo; y, ya, en octubre del malhadado año de 1283, don Sancho se vio obligado a hacer frente a la sublevación del arrabal de la villa de Talavera de la Reina. Por consiguiente, en el otoño del año de 1283, la concusión bélica civil se estaba inclinando del lado del monarca leonés:

«En efecto, las tropas benimerines [o mariníes] al servicio del rey castellano saquearon las tierras de Córdoba, de Jaén y de Toledo. Por su parte, la mesnada concejil sevillana, mandada por don Fernán Pérez Ponce, infligió a los cordobeses otra dura derrota, en la que murió el fiel Rodrigo Esteban, alcalde mayor de Sevilla. Todo ello, unido al cansancio de los más de sus seguidores y a la presión de la Iglesia, obligó a don Sancho a buscar una salida airosa al conflicto. En realidad, no era la primera vez que intentaba un acercamiento a su padre» (Apud M. González Jiménez; Op. Cit.).

Por lo que, a mediados del mes de noviembre, don Sancho se reúne con sus principales adalides, en la ciudad leonesa de Palencia, destacando entre ellos, su tío el infante don Manuel; el señor de Vizcaya, don Lope Díaz III de Haro; y su hermano don Diego López de Salcedo, para:

 «Intentar de catar alguna manera porque se abeniese con el rey don Alfonso su padre» (CAX, 237).

Este nuevo comportamiento se le había ocurrido, estando en Talavera de la Reina, el 16 de octubre de 1283, y, por consiguiente, comunicaba al cabildo de la Catedral de León, la caput regni del reino de León, qué de acuerdo con sus consejeros, a saber: prelados, infanzones, caballeros y hombres buenos de las villas y de las ciudades había tomado la determinación “de buscar carrera de amor e de abenençia entre el rey mío padre e mí e las villas otras de la tierra”.

Para plasmarlo todo iba a reunirse con sus cómplices en Palencia, en el día de Todos los Santos (1 de noviembre), “a fin de ueer en qual guisa sea al rey guardado el su derecho e a mí el mío, assí commo me lo prometistes, e a uos e a todos los de la tierra todos uestros fueros”.

El infante don Sancho ha suavizado su léxico y reconoce la injusticia que ha cometido contra su padre:

«La reunión de Palencia puso de manifiesto dos cosas: que el infante se encontraba en una situación casi desesperada para mantener una guerra que consideraba perdida, por lo menos desde el punto de vista moral; y que a su alrededor había muy poca voluntad de llegar a un acuerdo con el rey. Los nobles de su entorno se sentían muy seguros en la lejanía de la corte del rey y preferían que las cosas siguiesen como estaban, sabiendo que cualquier acuerdo entre el rey y el infante podía significar para ellos, cuando menos, la pérdida de cuanto habían logrado siguiendo su parcialidad. Y otro tanto pensaban los poderosos maestres de las Órdenes de Santiago y de Calatrava» (Apud M. González Jiménez; Op. Cit.).

El año de 1283, terminará con más reveses de los esperados para los rebeldes. A) El infante don Juan y don Fernán Pérez Ponce van a recuperar Mérida para el rey, y B) El infante don Manuel va a morir en la Navidad de ese año (“Era MCCCXXI. Obiit infans domnus Emmamnuel in Pennafideli”).

Dos meses antes se había producido el fallecimiento del infante don Pedro (18 de octubre de 1283), el cual, de cara a la galería, estaba al lado de su hermano don Sancho.

Dos mujeres van a actuar como mediadoras para la paz: doña María de Molina por el bando de los rebeldes y doña Beatriz de Portugal por parte del rey don Alfonso X “el Sabio”. El infante don Sancho seguirá manteniendo su itinerario político geográfico: 1º) En Toro va a reprimir, con mano dura, un conato de rebelión a favor del monarca castellano. Y, 2º) Luego, va a dirigirse hacia Cáceres y hacia Mérida tratando de recuperar sus posiciones de batalla, luego se llegará hasta Sevilla para tratar de entrevistarse con su padre, “pero sus consejeros non gelo consintieron, nin querién que se viesen”, pero Alfonso X se encontraba en la hispalense Constantina, por lo que don Sancho se vio obligado a retirarse hasta la población de Guadalcanal, ya que un acuerdo entre padre e hijo significaría la rendición del infante y un grave perjuicio para los magnates sediciosos.

Entonces don Sancho se dirige hacia la ciudad leonesa de Salamanca, donde va a enfermar de gravedad. Pero, también, la enfermedad regia se está agravando, y el estado de ánimo de don Alfonso X se encuentra en una situación personal de gran depresión, ya que se siente un fracasado, lo que se trasluce en la conversación o fabla que va a mantener con su médico personal, que es el maestre don Nicolás, cuando recibe la noticia de la enfermedad filial y tiene la creencia de que su hijo don Sancho ha fallecido.

«Maestre Nicolás, non lloro yo por el infante don Sancho, mas lloro yo por mí, viejo mezquino, que, pues él muerto es, nunca yo cobraré los míos regnos, ca tamanno es el miedo que tomaron de mí los de las mis villas e todos los ricos omnes e las Órdenes por el yerro que me fizieron, que non se me querrán dar. Et más aýna los cobrara yo del infante don Sancho, si buiuiera, que era vno, que de todos» (CAX, 240-241).

El rey tiene un gran complejo de culpa por no haber conseguido mantener la unidad de sus reinos de Castilla y de León, y haber fracasado en su intento de hacer del derecho su fundamento de gobierno, porque al finalizar su vida tiene la certeza de que la mayor parte de sus súbditos le odian o le temen. Pero, el infante don Sancho se va a recuperar, y en los albores del año de 1284 ya se encuentra en Soria (11 de febrero), en Segovia (3 de marzo), en la leonesa Salamanca (8 de marzo) y en Valladolid (26 de marzo); en esta última ciudad será donde [el infante don Sancho de León y de Castilla] reciba la noticia de que su padre ha muerto el 4 de abril, en la ciudad de Sevilla.

HACIA LA UNIÓN DE LAS PARTES

Indica César Cervera. ‘ABC-HISTORIA’. 21 de enero de 2022 QUE:

 «La unión de los reinos devino en la progresiva unión de las Cortes de León y Castilla. Con el heredero de Fernando, Alfonso X 'El Sabio’, la mayoría de las reuniones de Cortes celebradas fueron conjuntas para todos los reinos, aunque siempre se procuraba mencionar que eran entidades diferentes al menos en la denominación. Por ejemplo, las Cortes de Sevilla en 1261 fueron oficialmente de “DE CASTIELLA E DE LEÓN E DE TODOS LOS OTROS NUESTROS REGNOS”. Posteriormente, se realizarían algunas Cortes separadas, pero los representantes de las ciudades pidieron que se unificara definitivamente en la primera mitad del siglo XIV, de manera que las diferencias económicas, sociales, jurídicas y culturales desaparecieran de una vez. Así lo reclamaban los procuradores leoneses: “CUANDO OVIERE DE FACER CORTES QUE LAS FAGA CON TODOS LOS OMNES DE LA MI TIERRA EN UNO EN TIERRAS LEONESAS”».

La interpretación castellanista no es obviamente acertada. La traducción es totalmente incorrecta, ya que los representantes del Reino de León indican que se hagan en tierras leonesas, bien todos los procuradores leoneses, y si se añaden los castellanos, que lo sea en el Reino de León. Y las reuniones incluso se realizaban en diversas ciudades, bien para León o para Castilla. 


DOCTOR JOSÉ MARÍA MANUEL GARCÍA-OSUNA Y RODRÍGUEZ.

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