El sonido que despertó al león

El león dormido vuelve en sí. Es un esfuerzo colectivo el que está despertando a la bestia. Lo que está ocurriendo en la Región Leonesa no es obra de una sigla ni de una pancarta, sino de una conciencia que se agita, y al igual que un viejo león, se resiste a morir sin luchar. Si nos ponemos a analizar este año que dejamos atrás, la sensación general es clara: ha sido un año duro, muy duro, frustrante. Desde enero, la tierra ha ido acumulando decepciones, silencios y heridas.
Las fechas señaladas nos traen visitantes, sí, pero también nos recuerdan que somos tierra de paso. Hijos que vuelven por unos días, amigos que se escapan del ruido urbano a "desconectar" y luego regresan a sus provincias de residencia, que no son estas. Nos dejan ese sabor agridulce de ser un lugar al que se viene “de visita”, pero no para quedarse. Un lugar que se recuerda, pero no se habita.
Luego llegó el verano. Largo, sofocante, uno de los más intensos que recordamos. Incendios que arrasaron monte y dignidad, mientras los responsables políticos miraban hacia otro lado. Ni una disculpa, ni una autocrítica. Y cuando parecía que al menos la consulta por la autonomía podía abrir un debate serio, se hizo aguas en la mesa de las Cortes. Silencio institucional, otra vez, el mismo perro con distinto collar.
La sensación de haber vivido un año de mierda —con perdón— no es exagerada. Es la que comparte cualquiera que sigue su vida por estas tierras. Todos conocemos a algún ganadero que está a punto de cerrar, a algún agricultor que ya no ve futuro. La falta de relevo generacional se convierte en tendencia. Y en nuestras sobremesas, año tras año, reina la apatía. Y a riesgo de que algunos pucelanos nos llamen "lloricas", como bien dice un primo mío "es lo que hay, ¿qué le vas a hacer?" ...
Pero este año es distinto, porque lo que reina ahora es la rabia. Una rabia contenida, ancestral, que recuerda a aquella que sintieron nuestros antepasados cuando se sentaba en el trono un rey foráneo. Entonces, nobles, clero y pueblo se unían para defender lo suyo. Hoy, esa rabia no se canaliza con espadas, sino con conciencia, constancia, cultura y esfuerzo, mucho esfuerzo.
El leonesismo no es votar a un partido, ni es rendirle cuentas a nadie, se puede hacer leonesismo desde cualquier rincón: desde las aulas, desde una peluquería, desde una cuenta de Facebook... Es saber que defender lo nuestro no es atacar a nadie, sino cuidar lo que nos pertenece.
Algo está cambiando, los diarios más conservadores que tenemos por aquí, ya citan la Región Leonesa sin que se caiga el cielo sobre nuestras cabezas. Las palabras ya no son tabú. El antiguo reino despierta, y lo hace con furia.
Porque cuando la paciencia se agota, no queda más que actuar.
Porque cuando el silencio se convierte en costumbre, alguien tiene que romperlo.